La intervención gubernamental en el campo de la medicina está destruyendo el sistema americano de asistencia sanitaria. Casi la mitad de todos los gastos en asistencia sanitaria en Estados Unidos ya es gasto del gobierno. Sin embargo, las "reformas" del Presidente Obama ampliarán más aún esa intervención.

Antes de la entrada del gobierno en la medicina, la asistencia sanitaria era considerada como un producto a ser negociado voluntariamente en un mercado libre – en nada diferente a alimentos, ropa, o cualquier otro bien o servicio. Los proveedores de servicios médicos competían para proporcionar la mejor calidad de servicios al precio más bajo posible. Prácticamente todos los estadounidenses podían pagar por asistencia sanitaria básica, y los pocos que no podían se apoyaban en las muchas organizaciones privadas sin fines de lucro.
Si se hubiera permitido que esta libertad perdurase, la creciente productividad de los americanos habría permitido que gozaran de asistencia sanitaria cada vez mayor, de la misma forma que hoy conseguimos comprar alimentos y vestidos mejores y más variados que los que la gente compraba hace un siglo. No habría crisis para poder pagar por ella, igual que no hay crisis de comida o vestidos.

Pero cuando los programas de Medicare y Medicaid fueron promulgados en 1965, este punto de vista de la asistencia médica como un producto económico – por el que cada individuo debe asumir responsabilidad – había dado paso a una visión de esa asistencia como un "derecho", un "derecho a un subsidio" que debía ser suministrado a costa de otras personas.

Esta mentalidad de "derecho a un subsidio" impulsó el resurgimiento de nuestro actual sistema de "un tercero pagador", una mezcla de programas del gobierno como Medicare y Medicaid con seguros de salud a cargo de los empleadores pero controlados por el gobierno (que a su vez generaron perversos incentivos fiscales durante los controles de salarios y precios de la Segunda Guerra Mundial).

El sistema resultante tenía por objeto aliviar al individuo de la "carga" de pagar por su propia asistencia médica, imponiéndole ese costo por la fuerza a sus vecinos. Hoy en día, por cada dólar de asistencia hospitalaria que un paciente consume, el paciente sólo paga de su bolsillo alrededor de 3 centavos; el resto es pagado por la cobertura de terceros. Y para el sistema de asistencia médica como un todo, los pacientes pagan sólo alrededor del 14 por ciento.

El eximirles de la responsabilidad del costo de asistencia médica a los individuos que la reciben condujo a una explosión en los gastos. En un sistema en el que otra persona está pagando la cuenta, los consumidores, alentados al considerar que la asistencia médica es un "derecho", demandan servicios médicos sin tener que considerar su precio real. Cuando, en los años 1970 y 1980, esta demanda inflada artificialmente hizo que los gastos se dispararan fuera de control, el gobierno aumentó la represión promulgando nuevas medidas coercitivas: controles de precios sobre los servicios médicos, recortes a las prestaciones médicas, y una aplastante carga de regulaciones sobre todos los aspectos del sistema de asistencia sanitaria.

Mientras cada nueva intervención distorsionaba cada vez más el mercado de asistencia médica, haciendo que los precios subieran y la calidad cayera, voces beligerantes exigían aún más intervenciones para preservar el "derecho" a la atención médica: desde ordenanzas mandando diversas formas de cobertura de seguros hasta la masiva ley de Bush para recetas de medicamentos.

La solución a esta crisis permanente es reconocer que la propia idea de un "derecho" a la atención médica es una perversión. No puede haber tal cosa como un "derecho" a los productos o servicios creados por el esfuerzo de otros, y eso incluye desde luego la mayoría de los servicios y productos médicos. Los derechos, tal como los Fundadores los concibieron, no son reivindicaciones a bienes económicos, sino a libertad de acción.

Eres libre de ver a un médico y pagarle por sus servicios - nadie te puede impedir por la fuerza que lo hagas. Pero no tienes el "derecho" a obligar al médico a que te atienda sin costo o forzar a otros a que paguen por tu tratamiento. Los derechos de unos no pueden exigir la coacción y el sacrificio de otros.

Soluciones reales y duraderas a nuestros problemas de atención médica requieren un rechazo de la mentalidad del derecho al subsidio, y a favor de una correcta concepción de los derechos. Esto proporcionaría la base moral para romper las cadenas de la reglamentación que está ahogando la industria de la salud; para eliminar e limpuesto y los incentivos legales que alimentan nuestro ineficiente sistema de seguro basado en los empleadores; para iniciar una eliminación progresiva de todos los programas de asistencia médica del gobierno, sobre todo Medicare y Medicaid; y para reestablecer un verdadero mercado libre en la asistencia sanitaria.

Tales reformas desencadenarían el poder del capitalismo en la industria médica. Le darían la libertad a los empresarios motivados por el beneficio a competir entre sí para ofrecer la mejor calidad de servicios médicos a los menores precios, impulsando la innovación y haciendo asequible la asistencia médica, una vez más, para todos los americanos.

¿Por qué estamos cada vez más cerca de la Medicina Socializada?
Por Yaron Brook
Artículo publicado por Objetivismo.org con permiso del Ayn Rand Institute www.AynRand.org 
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Yaron Brook es Director Ejecutivo del Ayn Rand Center for Individual Rights, una división del Ayn Rand Institute .
Copyright 2009 by the Ayn Rand Institute.  Used by permission.
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